Ya voy a recoger el sombrero de las mil formas y los zapatos
de nubes transparentes. Y sigo para las “Ferias y Fiestas del “Hilo de Plata”.
Prefiero llegar un día antes que arriesgarme a viajar sobre la fecha y que me
quiten la alcoba, que tiene aire acondicionado y ese ventanal con balcón, que
da al parque principal, desde donde veo todas las muchachas, las carrozas y
comparsas, los bailes y las cantantes.
Así que mejor llamo a don Daniel y le confirmo la reserva, de una vez.
Allá desde la madrugada calienta, a medio día las piedras
brincan como totes, solo por la tardecita sube la brisa del río y refresca, y
como son tres días no mas, en el morral naranja me caben cuatro calzoncillos,
mi sombreron, la crema que reactiva los tatuajes, un arco iris delgadito, la
flauta dulce de nogal, la loción, los anteojos de noche y mi juego completo de
tramas y urdimbres, nada más!.
Haber, aquí tengo dinero suficiente para los pasajes, el hotel,
la comida, que es tan rica, y un poco mas, para cualquier imprevisto. Mmm, que
mas? Ah!, el cepillo de dientes, pero...no, allá compro. Listo!.
Uf!, estas fiestas son de las mejores, siempre regreso
contento, todas las mujeres participan, las niñas hacen la primera comunión,
todas las que se gradúan del departamental, bailan en la tarima del parque y
unas cuantas que se casan, están siempre en punto de caramelo, además todas se
disfrazan para armar las comparsas del “Hilo de Plata”, será por agüero o por
costumbre pero todas están de fiesta, y allá nos vemos.
Lo bueno de esta época es que oscurece temprano, amanece
tarde, y, la luna nueva se hace más larga y más obscura. Sin estrellas vivimos
una profunda oscuridad, tan tremenda que
no me veo ni las manos tocándome la nariz.
A las siete de la noche apagan las luces, y solo se oye música
y cantos, bailes y carreras, gritos, risas y murmullos que se enredan entre las
sombras de las sombras, de fuegos fatuos y teas de madera, que protegen las
bienaventuranzas de las siluetas fugaces de los amantes.
Flotamos en el espacio y caminamos por el vacío indescifrable.
Bajo esa sombra tutelar de luna ausente, canto mi canción y
mi tonada, así que fuimonos!
Buenas tardes don Daniel, llegue temprano porque la
carretera está desocupada, afortunadamente todavía no han empezado las
caravanas, ni las carreras, ni las fiestas, ni los accidentes en el camino.
Voy a descansar un rato y si a las seis no he bajado a comer
algo, por favor, me timbra. Usted sabe que no me gusta perderme ningún
espectáculo, nada.
Qué bien, me respetaron la trescientos cinco, por eso me
gusta este hotel con tan buena vista a la plaza. Y me equipo la nevera con cervezas!,
super!, porque este calor está muy verraco y dormido me deshidrato porque sudo
como un caballo. La cama durita y con buen colchón, que bien, porque después de
la rumba solo dormir, recupera.
Hey!, como se le ocurre a este viejo despertarme con ese
estruendo de... campanas?, carajo fue el cura marica, el que se tiro mi
descanso, a ver, ya son las cinco, ah está bien, ya va a comenzar el foforro con
el desfile de bandas y esta noche el reinado, estuvo mejor así, voy a alistar
mis binóculos, acomodo el sillón en el balcón y empiezo a espiar a mis elegidas.
Desde aquí veo todo a simple vista, y con mis anteojos de
búho entro hasta el burdel de la venezolana. Ahí van ya las reinas paseando por
la tarima, debajo las bailarinas están ensayando, en las aceras las vendedoras
acomodan sus vitrinas ambulantes, por un lado y otro las colegialas ordenar sus
porras, sobre el parque las mamás cruzan las piernas en las butacas, muy
sentaditas, y yo como gato montaraz entre la selva comienzo mi festival.
Un buen duchazo para comenzar a activarme. Ahh! ahh!, que
agua tan helada, mejor así me refresca, me despierta los sentidos y me cierra
los poros, para que la crema que revive los tatuajes, entre poco y me lustre solamente
la piel de todo el cuerpo, mientras las figuras flotantes que me dibujaron
sobre la piel los indígenas del Paititi, con sangre del corazón de camaleón y
mariposas de madera, tintas de ayahuasca, mil colores del arco iris, mil tonos del
vacío de la luna nueva y los agujeros negros, mas unos cuantos rasguños de uña
de tigre, se recuperen y revivan con los colores del trópico y de la música, de
la transparencia y la magia que viaja en la luz y las sombras aladas del rio
Yuma, después de tenerlos un mes ocultos bajo la ropa.
Eso sí, que no me puede quedar ni un poro sin la pomada, que
despierta la efervescencia y el poder de los tatuajes y me emociona ver los
caminos de tintas desde que comienzan a recorrer como ráfagas subterráneas toda
mi piel hasta mimetizarme con todo lo que está junto a mí y hacerme
completamente invisible.
Espero en el balcón, hasta verificar que mis tatuajes han
revivido, que estén aclimatados y brillantes hasta confundirme con el aire y así
poder salir desnudo, a participar del carnaval, de los desfiles, montar en las
carrozas de las comparsas y meterme en todas las fiestas de las quinceañeras, las
casetas de las bailadoras y todo lugar donde las mujeres estén, hasta por las
iglesias, los conventos, sin que me vean, porque mi piel de camaleón nadie siquiera
la imagina, y menos en esa borrachera colectiva, que ya se respira por las
calles y los bares.
Ya comenzaron.
Antes de emprender la marcha, me doy el toque con la loción inagotable,
regalo de mi taita Mardoqueo; hecha de cristales de sábila hembra, cortados en
luna nueva, licuados en sabia de peyote, jengibre, esencia de pensamientos y cuatro
cucharadas grandes de rocío y neblina, hasta lograr el azul profundo del vacío,
que siempre captan las vírgenes de todas las edades, como un abrazo bestial que
les arrebata la tranquilidad con una taquicardia inesperada que les pone la
carne de gallina.
Hum, que bueno!, con solo salir a la calle ya sienten mi aroma y no dejan de buscarme,
mirando al vacio de la sombra que no ven.
Ay, mamacita esa que estoy viendo va a ser la reina esta
noche, estoy seguro, con ese cuerpo provoca enrollarla y no soltarla, y la
carita redondita con su boquita carnuda, madre mía, además es la más bailadora
y, la más graciosa, seguro que va a ser la reina o princesa mínimo, y ya chocamos
pupila contra pupila, en las inmensidades profundas de las miradas astrales de
los enamorados, y sin verme, ya anda como perseguida sin perseguidor, buscando
entre las gentes el origen de mi olor.
Sabía que era la reina, y con corona esta mas provocativa
porque se estiro como una jirafa, camina como una cumbiambera, y no sabe de donde sale la música que le
penetra el cuerpo, la sangre, el corazón y el cerebro y la excita despertando
todo los deseos que mi presencia invisible le provoca.
Estoy ya tan cerca que siento el latido de su corazón, el
vaho de su excitación, el perfume de sus deseos y la sorpresa de escuchar mi
serenata sin saber de dónde viene mi tonada. “Reina de corazones, un año de
esplendores, de sonrisas envolventes, que serán para todos el recuerdo mágico
de tu gloriosa presencia”, y mi melodía recorre desde su oído todo su sistema
nervioso, hasta que... preciso ayayayay!,
su danza incoherente toca mi flauta, y se queda quieta, silenciosa,
ensimismada, al encontrar la música que le tronaba el alma.
Ya comenzaron a retumbar los triquitraques y los voladores,
ya suenan las orquestas y la brisa de las aguas del rio Yuma viene refrescando el
aire y describiendo sus tejidos con sus hilos de plata, que es lo único que veo
en medio de tan inmensa oscuridad.
La tengo abrazada de sinfonías, ya su pentagrama no pisa el
suelo y camina sobre mis huellas de humo, ya la luna nos cobija bajo mi
sombrero de cuatro picos que miran los puntos carnales del universo, y viene
conmigo a sumergirse en la fiesta de colores, que no esconde bullaranga de rosas,
violetas, naranjas, uvas, azucenas, amarillos, azules, negros, entre los que
nos escondemos mientras su piel se funde con la mía en un solo enredo cromático
de dibujos y tatuajes y señales de amores encendidos en medio de un ringlete de
pólvora multicolor, que acompaña mi serenata de ritmos dulces.
Siento palpitar toda su virginidad deflorada contra mi
cuerpo, bajo las aguas del rio sin luna, ni estrellas, como animales acuáticos,
náufragos sobre un colchón de lodo, arrastrados por el rumor líquido de la
noche. Noche de amores despertados desde el aroma de los sueños anhelados y los
recuerdos dorados.
Ah!, valió la pena venir, esta reinita es un cuento de hadas,
de carne y alegría, y la princesita que se vino detrás de nosotros, como la
sombra de su reina, no tiene nada que envidiar a las mujeres del universo.
Con los movimientos y órdenes precisas, las acaballe sobre
el arco iris y las dos se fueron convirtiendo en una zarabanda de colores, como
si relampaguearan cien volcanes, hasta que su fuego se convirtió en un profundo
infinito de luna nueva, enlazado con la neblina del amanecer, hasta que mis
tatuajes de invisibilidad se apoderaron de sus pieles virginales y nos
convertimos en un solo y único espectro de silencios y gemidos, abrazos y
ensueños, zozobras y cantos.
Navegamos en círculos, remolinos, torbellino, medias vueltas
y vueltas enteras, dentro de mi gran sombrero negro hecho canoa en la que nos fugamos
en una caravana fluvial de emigrantes enamorados, hasta el otro lado de la
luna.
Al amanecer, tocamos arenas húmedas y bailamos desnudos,
invisibles, iridiscentes en las largas playas de plata del rio Yuma.
Como siempre, las deje cubiertas de señales de amor y
tatuajes multicolores sobre la piel de sus majestades, de aromas de rincones
lejanos e inolvidables, murmullos de fieras y poemas de estrellas que se
recuperan (cada) con la noche negra.
Ahí quedaron, suspendidas sobre los hilos de plata que
festejamos, tres noches y tres días.
Que silencio! Solo el Yuma rumora su paso eterno sobre la
tierra, y me voy como los demás a dormir después de la fiesta de concursos,
bazares, carrozas, canoas, comparsas, bailes, canciones, sabores,
trompetas, campanas y bandas juveniles.
Es medio día, y todavía sigue el desorden en la calle. Le
preguntare a don Daniel, a que se debe tanto alboroto, antes de irme.
Pero el tampoco sabe para donde se fueron las reinas.