21 de noviembre de 2012

YO EL SOMBRERON



Ya voy a recoger el sombrero de las mil formas y los zapatos de nubes transparentes. Y sigo para las “Ferias y Fiestas del “Hilo de Plata”. Prefiero llegar un día antes que arriesgarme a viajar sobre la fecha y que me quiten la alcoba, que tiene aire acondicionado y ese ventanal con balcón, que da al parque principal, desde donde veo todas las muchachas, las carrozas y comparsas, los bailes y las cantantes.  Así que mejor llamo a don Daniel y le confirmo la reserva, de una vez.
Allá desde la madrugada calienta, a medio día las piedras brincan como totes, solo por la tardecita sube la brisa del río y refresca, y como son tres días no mas, en el morral naranja me caben cuatro calzoncillos, mi sombreron, la crema que reactiva los tatuajes, un arco iris delgadito, la flauta dulce de nogal, la loción, los anteojos de noche y mi juego completo de tramas y urdimbres, nada más!.
Haber, aquí tengo dinero suficiente para los pasajes, el hotel, la comida, que es tan rica, y un poco mas, para cualquier imprevisto. Mmm, que mas? Ah!, el cepillo de dientes, pero...no, allá compro. Listo!.
Uf!, estas fiestas son de las mejores, siempre regreso contento, todas las mujeres participan, las niñas hacen la primera comunión, todas las que se gradúan del departamental, bailan en la tarima del parque y unas cuantas que se casan, están siempre en punto de caramelo, además todas se disfrazan para armar las comparsas del “Hilo de Plata”, será por agüero o por costumbre pero todas están de fiesta, y allá nos vemos.
Lo bueno de esta época es que oscurece temprano, amanece tarde, y, la luna nueva se hace más larga y más obscura. Sin estrellas vivimos una  profunda oscuridad, tan tremenda que no me veo ni las manos tocándome la nariz.
A las siete de la noche apagan las luces, y solo se oye música y cantos, bailes y carreras, gritos, risas y murmullos que se enredan entre las sombras de las sombras, de fuegos fatuos y teas de madera, que protegen las bienaventuranzas de las siluetas fugaces de los amantes.
Flotamos en el espacio y caminamos por el vacío indescifrable.
Bajo esa sombra tutelar de luna ausente, canto mi canción y mi tonada, así que fuimonos!
Buenas tardes don Daniel, llegue temprano porque la carretera está desocupada, afortunadamente todavía no han empezado las caravanas, ni las carreras, ni las fiestas, ni los accidentes en el camino.
Voy a descansar un rato y si a las seis no he bajado a comer algo, por favor, me timbra. Usted sabe que no me gusta perderme ningún espectáculo, nada.
Qué bien, me respetaron la trescientos cinco, por eso me gusta este hotel con tan buena vista a la plaza. Y me equipo la nevera con cervezas!, super!, porque este calor está muy verraco y dormido me deshidrato porque sudo como un caballo. La cama durita y con buen colchón, que bien, porque después de la rumba solo dormir, recupera. 
Hey!, como se le ocurre a este viejo despertarme con ese estruendo de... campanas?, carajo fue el cura marica, el que se tiro mi descanso, a ver, ya son las cinco, ah está bien, ya va a comenzar el foforro con el desfile de bandas y esta noche el reinado, estuvo mejor así, voy a alistar mis binóculos, acomodo el sillón en el balcón y empiezo a espiar a mis elegidas.
Desde aquí veo todo a simple vista, y con mis anteojos de búho entro hasta el burdel de la venezolana. Ahí van ya las reinas paseando por la tarima, debajo las bailarinas están ensayando, en las aceras las vendedoras acomodan sus vitrinas ambulantes, por un lado y otro las colegialas ordenar sus porras, sobre el parque las mamás cruzan las piernas en las butacas, muy sentaditas, y yo como gato montaraz entre la selva comienzo mi festival.
Un buen duchazo para comenzar a activarme. Ahh! ahh!, que agua tan helada, mejor así me refresca, me despierta los sentidos y me cierra los poros, para que la crema que revive los tatuajes, entre poco y me lustre solamente la piel de todo el cuerpo, mientras las figuras flotantes que me dibujaron sobre la piel los indígenas del Paititi, con sangre del corazón de camaleón y mariposas de madera, tintas de ayahuasca, mil colores del arco iris, mil tonos del vacío de la luna nueva y los agujeros negros, mas unos cuantos rasguños de uña de tigre, se recuperen y revivan con los colores del trópico y de la música, de la transparencia y la magia que viaja en la luz y las sombras aladas del rio Yuma, después de tenerlos un mes ocultos bajo la ropa.
Eso sí, que no me puede quedar ni un poro sin la pomada, que despierta la efervescencia y el poder de los tatuajes y me emociona ver los caminos de tintas desde que comienzan a recorrer como ráfagas subterráneas toda mi piel hasta mimetizarme con todo lo que está junto a mí y hacerme completamente invisible.
Espero en el balcón, hasta verificar que mis tatuajes han revivido, que estén aclimatados y brillantes hasta confundirme con el aire y así poder salir desnudo, a participar del carnaval, de los desfiles, montar en las carrozas de las comparsas y meterme en todas las fiestas de las quinceañeras, las casetas de las bailadoras y todo lugar donde las mujeres estén, hasta por las iglesias, los conventos, sin que me vean, porque mi piel de camaleón nadie siquiera la imagina, y menos en esa borrachera colectiva, que ya se respira por las calles y los bares.
Ya comenzaron.
Antes de emprender la marcha, me doy el toque con la loción inagotable, regalo de mi taita Mardoqueo; hecha de cristales de sábila hembra, cortados en luna nueva, licuados en sabia de peyote, jengibre, esencia de pensamientos y cuatro cucharadas grandes de rocío y neblina, hasta lograr el azul profundo del vacío, que siempre captan las vírgenes de todas las edades, como un abrazo bestial que les arrebata la tranquilidad con una taquicardia inesperada que les pone la carne de gallina.  
Hum, que bueno!, con solo salir a la calle  ya sienten mi aroma y no dejan de buscarme, mirando al vacio de la sombra que no ven.
Ay, mamacita esa que estoy viendo va a ser la reina esta noche, estoy seguro, con ese cuerpo provoca enrollarla y no soltarla, y la carita redondita con su boquita carnuda, madre mía, además es la más bailadora y, la más graciosa, seguro que va a ser la reina o princesa mínimo, y ya chocamos pupila contra pupila, en las inmensidades profundas de las miradas astrales de los enamorados, y sin verme, ya anda como perseguida sin perseguidor, buscando entre las gentes el origen de mi olor.
Sabía que era la reina, y con corona esta mas provocativa porque se estiro como una jirafa, camina como una cumbiambera,  y no sabe de donde sale la música que le penetra el cuerpo, la sangre, el corazón y el cerebro y la excita despertando todo los deseos que mi presencia invisible le provoca.
Estoy ya tan cerca que siento el latido de su corazón, el vaho de su excitación, el perfume de sus deseos y la sorpresa de escuchar mi serenata sin saber de dónde viene mi tonada. “Reina de corazones, un año de esplendores, de sonrisas envolventes, que serán para todos el recuerdo mágico de tu gloriosa presencia”, y mi melodía recorre desde su oído todo su sistema nervioso, hasta que... preciso ayayayay!,  su danza incoherente toca mi flauta, y se queda quieta, silenciosa, ensimismada, al encontrar la música que le tronaba el alma.
Ya comenzaron a retumbar los triquitraques y los voladores, ya suenan las orquestas y la brisa de las aguas del rio Yuma viene refrescando el aire y describiendo sus tejidos con sus hilos de plata, que es lo único que veo en medio de tan inmensa oscuridad.
La tengo abrazada de sinfonías, ya su pentagrama no pisa el suelo y camina sobre mis huellas de humo, ya la luna nos cobija bajo mi sombrero de cuatro picos que miran los puntos carnales del universo, y viene conmigo a sumergirse en la fiesta de colores, que no esconde bullaranga de rosas, violetas, naranjas, uvas, azucenas, amarillos, azules, negros, entre los que nos escondemos mientras su piel se funde con la mía en un solo enredo cromático de dibujos y tatuajes y señales de amores encendidos en medio de un ringlete de pólvora multicolor, que acompaña mi serenata de ritmos dulces.
Siento palpitar toda su virginidad deflorada contra mi cuerpo, bajo las aguas del rio sin luna, ni estrellas, como animales acuáticos, náufragos sobre un colchón de lodo, arrastrados por el rumor líquido de la noche. Noche de amores despertados desde el aroma de los sueños anhelados y los recuerdos dorados.
Ah!, valió la pena venir, esta reinita es un cuento de hadas, de carne y alegría, y la princesita que se vino detrás de nosotros, como la sombra de su reina, no tiene nada que envidiar a las mujeres del universo.
Con los movimientos y órdenes precisas, las acaballe sobre el arco iris y las dos se fueron convirtiendo en una zarabanda de colores, como si relampaguearan cien volcanes, hasta que su fuego se convirtió en un profundo infinito de luna nueva, enlazado con la neblina del amanecer, hasta que mis tatuajes de invisibilidad se apoderaron de sus pieles virginales y nos convertimos en un solo y único espectro de silencios y gemidos, abrazos y ensueños, zozobras y cantos.
Navegamos en círculos, remolinos, torbellino, medias vueltas y vueltas enteras, dentro de mi gran sombrero negro hecho canoa en la que nos fugamos en una caravana fluvial de emigrantes enamorados, hasta el otro lado de la luna.
Al amanecer, tocamos arenas húmedas y bailamos desnudos, invisibles, iridiscentes en las largas playas de plata del rio Yuma.
Como siempre, las deje cubiertas de señales de amor y tatuajes multicolores sobre la piel de sus majestades, de aromas de rincones lejanos e inolvidables, murmullos de fieras y poemas de estrellas que se recuperan (cada) con la noche negra.
Ahí quedaron, suspendidas sobre los hilos de plata que festejamos, tres noches y tres días.
Que silencio! Solo el Yuma rumora su paso eterno sobre la tierra, y me voy como los demás a dormir después de la fiesta de concursos, bazares, carrozas, canoas, comparsas, bailes, canciones, sabores, trompetas,  campanas y bandas juveniles.
Es medio día, y todavía sigue el desorden en la calle. Le preguntare a don Daniel, a que se debe tanto alboroto, antes de irme.
Pero el tampoco sabe para donde se fueron las reinas.

EL SOMBRERÓN PRESTIDIGITADOR


EL SOMBRERÓN PRESTIDIGITADOR

Tan pronto la luna llena comienza a esconderse en la pestaña oscura del menguante, los seis sentidos de Uxsicocoyotl Nezahual, renacen sumiéndolo en una embriaguez vital que no termina hasta que la luna nueva da paso a la plenitud luminosa de la luna llena, que repite, desde tiempos inmemoriales, el ciclo de la vida y de las aguas magnéticas. 
Luna nueva, luna alcahueta, cómplice del viajero fantasmal, convertido en sombra de si mismo. Luna silenciosa y oscura, ausente y cómplice de los susurros, que pronuncia Uxsicocoyotl, sin abrir los labios, desde los más recónditos laberintos del deseo, hasta los oídos de las mujeres enamoradas.
Todos los meses el ritual se repite de modo inexorable. Desde la primera noche que la luna llena comienza a menguar, Uxsicocoyotl Nezahual, el que canta bajo las ondas del rio, domesticando barracudas y pirañas, el que camina sobre el reflejo de sus huellas de puma, el que descifra la mirada de los búhos y copetones, y sabe hacerse fantasma detrás de las sombras alegres de las mujeres que bailan, que ríen, que cantan, que aman, que cocinan, que viajan por el hiperespacio y cuentan historias del transmilenio, comienza su periplo, por aquí, por allá y por acullá, desperezando sus sentidos ultrasónicos de prestidigitador.
Reparte a pie, en bicicleta o en patines, sin descanso durante días y noches, su tarjeta negra con glifos plateados, que no se sabe como, letrados e iletrados descifraban su actividad milenaria de fascinador mágico, para amenizar nacimientos, piñatas, asados, matrimonios, primeras comuniones, cumpleaños, funerales, inauguraciones, festivales, iniciaciones, grados y asambleas. En plazas y supermercados, cines, estadios, bancos, parques, burdeles, iglesias, monasterios, clínicas, baños públicos y privados, avenidas, calles, callejones, veredas, montañas rusas, buses, aviones, trenes, barcos, submarinos, taxis, zorras entregando su tarjeta a todo ser humano que aparezca en su camino.
El atardecer del 22, cuando el sol de los venados, quemaba la barriga de las nubes, por toda la sabana, dando la entrada a la luna de las sombras, su  piel reconoció la cadencia vaporosa del olor a tierra húmeda, a pomarrosa, a hembra de piel oscura, trigueña, cobriza, como la chozna de su tatarabuela, desde los siglos de los siglos, en la mirada interminable de María Inmaculada Transito del Pilar Malinche Uricohechea Matlalcihuatzin Panca, que hacia las compras de su boda.
La rodeo de silabas silbadas en el tono marfil de los picaflores, su lengua de serpiente penetro las mieles de su oído y María se detuvo como suspendida en el aire a recibirle la tarjeta de presentación, que relampagueo con las luces del techo y las estrellas nocturnas sobre el acertijo plateado de jeroglíficos mayas, que ella descifro sin ninguna dificultad.
Uxsicocoyotl aquí y ahora se presentaba como ilusionista, prestidigitador, hipnotizador, curandero y mago; pero en realidad era hechicero, chamán, amahuta y curaca, como todos los hombres, cobrizos, amarillos, rojos, negros y blancos, de su árbol genealógico, lo fueron, uno detrás de otro, sin cambiar destinos, porque era imposible negar su esencia de vida.
        
         II
Su mama, su abuela, su bisabuela y su tatarabuela, se miraron con una sonrisa de cuatro bandas, que les tiño las mejillas de rosa y carmín, nieve y amarillo, cuando les mostro la tarjeta, que un hombre invisible con olor a fuego dorado, le entregó en medio de una vendaval de trinos agoreros, revoloteando por los corredores y almacenes.
-Viene para la boda-, les dijo colocando la tarjeta sobre la mesa.
Lo que María no sabia era que el mismo personaje asistió a la boda de todas y cada una, al funeral de todas y cada una, y que asistirá a todos los sacramentos y celebraciones de todas y cada una de las que faltan por nacer.  
Ni que los glifos plateados estremecieron los sentidos de sus ancianas, sumiéndolas en un silencio apocalíptico, que gateo por los laberintos de sus memorias, hasta el cielo profundo donde todas esconden ese secreto tácito de los sueños, fantasías, y experiencias de su primer amor, y sonrieron con los ojos, con los labios, con la piel, con el pubis y con el corazón nocturno de las fugas eróticas de las amantes eternas.
A tan solo tres días para la boda, todo era un revuelo macondiano. María abría cajas, revisaba listados, conversaba con sus amigas y madrinas, en medio de olores, cajones abiertos, puerta giratorias, carreras y silencios, pero su sentido del equilibrio se centraba en la mirada y la sonrisa de Uxsicocoyotl, y en el canto profundo de una serenata oculta que él le repetía detrás de cada suspiro entre ritmos de marimba alegre, negra, templando la macana con cada golpe sonoro de su corazón, a medida que pasaban los segundos, como universos, recorriéndole la piel y los anhelos. En ese momento se dio cuenta que tenia más ansiedad de reencontrarse con el mago, aparecido de la nada en la cumbre de las escaleras eléctricas, del centro comercial, que con su novio, Ananías Pombo y Mahecha, recién liberado de la cárcel donde cumplió una ridícula condena por malversación de fondos y hurto agravado, y quien, por la familiaridad con su tío Domingo, el obispo, se encargo de organizar los papeles, las citas, los cursos y las ceremonias religiosas en “El Paraíso”.
Las imágenes del encuentro se sucedían una tras otra, convirtiendo ese momento fugaz en una eternidad presente, diluyendo la figura de su prometido en el rostro enigmático e impalpable del prestidigitador, que le recitaba al oído, rumores lejanos de serenatas marinas y selváticas, con el vapor cálido de la esencia del nogal, en cantos irrepetibles que le conmocionaban y excitaban la piel de su virginidad.
Desde el atardecer de su encuentro, Uxsicocoyotl se convirtió en su sombra. Nunca lo vio perseguirla porque iba vestido con un profundo traje negro como carbón y un sombrero más oscuro que la pólvora oscura, de ala tan ancha que le curia todo el largo del rostro. Se hizo sombra de árbol, sombra de auto, sombra de animal, cuadrúpedo mamífero o volador, sombra de noche, dejando una estela romántica de notas melancólicas que salían de su capador andino, con el que remonta los sueños de la luna oculta, y penetra los vericuetos de la memoria de María que no dejaban de escucharlo cada vez que el viento hacia malabares con su cabello, cada vez que escuchaba su nombre, cada vez que su corazón latía, cada vez que su voz hablaba.
Montado en panteras o siameses de largo cuello, o en hormigas negras, o mariposas nocturnas, cada noche entro en su alcoba a rodearla de caricias, murmullos, sortilegios y deseos. Cada noche, paseaba sus dedos de aire y calor, sobre su piel virginal y trigueña, joven y amorosa, deflorando cada poro, descubriendo cada aroma, despertando cada nervio como si templara un arpa de mil cuerdas sobre cristales de fuego.
Y, como todo día llega, antes o después, y siempre todo plazo de cumple, Ananías Pombo, acolito por muchos años de su tío, el obispo, la espero muy tieso y muy majo en las escaleras del altar, hasta que apareció deslumbrante, nívea, mujer, en el portón, y floto imperceptiblemente hasta pararse al lado de Uxsicocoyotl, disfrazado de banquero solitario.
Durante la reunión, en medio de risas y llantos y abrazos y promesas incumplidas desde el mismo verbo, y envidias y habladurías, sobre su mesa de prestidigitador sus siete sombreros brincaban expulsando grifos, sirenas, fénixs, galaxias, fuegos fatuos, terodactilos de azúcar, triceratops de chocolate y amaranto, cascadas de leche y miel, ante el asombro de niños y adultos; mientras él, bajo su mascara de duende olmeca, soltaba un silbido, imperceptible al oído masculino, que despertaba el afán de las mujeres, todas las mujeres, por reflejarse en los ojos del mago, dispuestas a ser el amor de la siguiente luna nueva.  
Y, en medio de las horas nocturnas del jolgorio, la astucia se hizo cuerpo presente, y el hechicero, desplegando su sombrero de ala ancha tan inmensa como la noche, se paro junto a María Inmaculada Transito del Pilar Malinche Uricohechea Matlalcihuatzin Panca conjurando un arbadakarba quechua, que abrió las dimensiones paralelas, y en medio de una cascada de confetis, serpentinas, figuras de origami, pompas de jabón y estrellas fugaces, desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos, con toda la batería y la orquesta que llevo Uxsicocoyotl, como parte de su contrato de servicios.
Ananías y su tío cerraron la puertas del club, tan pronto el estruendo carnavalesco de disparates se disipo, y comprendieron que el mago convirtió la fiesta, en su propia fiesta, y se lanzaron en persecución de la pareja siguiendo las huellas dejadas por el reguero de risas y carcajadas que dejaban los amantes en el borde de los cerezos, en los chorros de luz y en los rincones de las arañas.
Corrieron sin ton ni son, repitieron sus vueltas y revueltas sin fin, hasta que el obispo y el novio, se vieron perseguidos por una sombra negra que los cubrió con su noche, cuando la luna comenzaba su transito creciente.
Al final de todo acontecimiento, de todo comentario y responso, como siempre, los invitados satisfechos del buffet y el ponqué de novia, del champan y los licores salieron al jardín, intrigados por el ritmo carnavalesco de castañuelas, que retumbaba como risotadas desencajadas por todo el aire que los rodeaba, hasta que encontraron dos marionetas de esqueletos, articuladas en los extremos de sus huesos, bailando a todo timbal, suspendidas en las ramas del árbol del bien y del mal, en la mitad del club “El Paraíso”.